27 octubre 2009

Cómo sobrevivir al transoceánico

Es absolutamente imprevisible. Hay cosas que se escapan de nuestros cálculos meticulosos, de nuestras precauciones y órdenes logísticos, de nuestro fantástico orden cósmico. Y no es verdad. No está todo bajo control, siempre hay una pequeña grieta por la que puede escaparse ese gas carbónico expansible. Problema.


El pasado día 21 de octubre tenía una de las grandes ilusiones de este año, viajar a los Estados Unidos, una vez más, a ofrecer una serie de conciertos en lo que a mí me gusta llamar “mi gira internacional”. La ciudad de Nueva York iba a acoger a Pecker en diferentes marcos: concierto en el festival CMJ, concierto en la sala SOB’s junto a Zigmat y Maika Makovski, grabación en el Cutting Room Studio para Philip Morris y entrevistas en varios medios de comunicación de la Gran Manzana. Y estaba todo bajo control. Mi manager internacional Mark Davyd y su mano derecha Genís, se habían encargado bien de ello. Su esfuerzo se había traducido en locura en algunos momentos clave, por cambios de última hora en las salidas de los vuelos y modificaciones en el cartel de las salas. Pero “no problem, man”.


17 horas. Después de encajar como se pudo todo nuestro equipaje y sobrellevar incongruencias de última hora con la famosa marca de tabaco, nos disponíamos, María y yo, a viajar a Zaragoza desde Huesca para coger el AVE directos a Madrid, donde dormiríamos en casa de Echedey (reloj atómico de Pecker) y horas más tarde tomaríamos un vuelo hacia el JFK con la compañía aérea madre, de esos dos que condujeron (que no pilotaron) un avión la semana pasada, mientras jugaban con sus ordenadores portátiles. Pero se abrió la grieta antes siquiera de coger el tren, antes siquiera de llegar al andén. Al manipular las maletas (23 y 22 kilos) mi rodilla tuvo la indecencia de dislocarse, que viene a querer decir que una cosa se sale de su lugar. Y de la estación al hospital y del hospital a casa y en casa intenta sobrevivir a la depresión (que si lo dices en un bar francés igual te ponen dos cañas).


Todo patas arriba, en especial mi pierna. Mis queridos músicos Johnny, Guy y Echedey fueron mi voz y oídos, mi representación en Manhattan, y mi manager aprovechó para hacer negocios (o eso espero). Y hoy estarán de vuelta. Y yo en casa, con mi mujer (en la gloria, también debo decirlo), intentando recuperarme lo antes posible porque pronto nos toca Barcelona y Tarragona, y si todo va bien, incluso Londres. Y mientras sobrevivo a la negación del transoceánico intento escribir canciones que reivindican ya estudios profundos sobre la teletransportación.

2 comentarios:

  1. ¡Menuda rabia!

    De todas maneras, mucho ánimo. Seguro que esta pequeña piedra en el camino también trae algo bueno y te levantas con más fuerza que nunca.

    ¡Aupa!

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  2. Gracias Nacho, ya lo creo que sí... Vamooooos.
    Un abrazo.

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